En un abrir y cerrar de ojos




La condición de visitante, el primer gol en contra sufrido y la derrota de local, todo condicionaba a Godoy Cruz. El Tomba se encontraba ante la oportunidad de su vida: la chance dar vuelta la historia significaba una prueba de carácter. El publico chileno proclamaba a su ídolo Arturo Vidal, insignia del Cacique y guerrero adentro de la cancha. El estadio estaba repleto. Los dirigidos por Jorge Almirón venían de conseguir un buen triunfo en el Malvinas Argentinas.

La pelota empezaba a rodar y se escuchaba el ruido del público. los dos equipos repartían la posesión en un encuentro parejo, con la salvedad de que el local podía especular. Godoy Cruz estaba lejos del nivel del campeonato argentino o del primer tiempo de la ida, un sube baja tombino. Las individualidades maquillaban la pobreza creativa . Apenas sobresalía la firmeza de Roberto Fernández, la participación frecuente de Juan Bautista Cejas o el entusiasmo de Tomás Conechny.

El ataque volvía ausentarse, como si el equipo de la Libertadores fuera un impostor o una falsa imitación del que competía en el ámbito local. Hernán López Muñoz se hallaba perdido entre medios y defensores del Colo Colo. Con el circuito anulado, Badaloni se transformaba en un espectador de programa televisivo. Los quites de los uruguayos Alan Saldivia y Maximiliano Falcon ganaban la aprobación, a falta de juego filoso e audaz.

Cejas se topaba con los guantes de Brayan Cortés en dos maniobras al hilo. Remate y rebote del arquero, nuevo tiro y manos del uno. El estado del campo bloqueaba cualquier jugada inspiradora. Mientras tanto, los de Jorge Almirón lamentaban los palos. El poste sonaba tras un cabezazo de Falcon. Casi sin proponérselo, el blanco podía arrimarse a la ventaja.

Es que, con el correr de los minutos, todo se hacia beneficioso para el local. Daniel Oldrá no encontraba la llave de la agresividad. La sobrepoblación de falsos delanteros no hacia cosquillas. 


Colo Colo controlaba los ánimos a medida que transcurría la noche. Los palos aportaban años de vida, el poste volvía a sonar fuerte con un cabezazo de Oscar Opazo.  El global escueto promovía la falsa esperanza, pero Godoy Cruz se mostraba como un equipo oscuro.

El resultado lo dejaba con el boleto de vuelta. Como un sueño efímero, como agua que se transcurre entre las manos.

Algo instantánea, así fue la gracia del Tomba en el campeonato continental. Lejos de aquel equipo de la Copa de la Liga y más distante del nivel que supo mostrar en el primer tiempo del Malvinas. 


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