La Cultura y el Malestar

Sigmund Freud es un exponente del psicoanálisis, sin embargo pocos conocen su faceta más antropológica, manifestada en sus ensayos El Malestar de la Cultura y El Porvenir de una ilusión.

Por Diego Villarino

Sigmund Freud es reconocido por desarrollar las nociones de inconsciente, pulsión y libido. Su legado se estudió en terciarios y universidades. En sus escritos también explicó su visión de la cultura y la muerte, términos que no pasan desapercibidos en la humanidad. Qué papel cumplen?. Te invitamos a reflexionar en esta nota. 

La cultura nos genera malestar porque no podemos darle rienda suelta a nuestros impulsos más primitivos. La sociedad fija las pautas, valores y hábitos considerados normales. Ese límite nos impide realizar determinadas acciones, cómo cumplir nuestros sueños o tomar una decisión por más mínima que sea. La idea de cultura se opone a la naturalidad y el instinto es visto como anormal.

Cabe señalar que el concepto dominante de cultura no es abarcativo. Está vinculado a la civilización y a la producción humana. La cultura es sinónimo de civilización y modernidad. Salirse de esos parámetros significa no adaptarse a las reglas. Levantarse y cumplir con la rutina semanal es formar parte de la cultura, es cumplir con una serie de normas preestablecidas: levantarse temprano, ir a trabajar, estudiar y si tenés familia, criar a tus hijos. En el mediano plazo es recibirse, casarse o ascender de puesto en el trabajo. Normas no necesariamente escritas pero que indican un modelo de convivencia. El malestar es evidente, esta tipo de cultura no permite el libre desarrollo de los individuos dentro de la sociedad. Las reglas sociales marcan la concepción de la cultura, indican qué está adentro y qué afuera. Los pueblos originarios, aún hoy, son excluidos y subestimados. 

El individuo va detrás de una zanahoria que se presenta como oportunidad de paliar el malestar. El video de Mauricio Dayub relató la anécdota de Francisco Javier. En sus últimos años de vida el director pidió producir el estreno de una obra francesa. Aunque no se estrenara quería hacerla, le daba ilusión con solo pensarlo. El proyecto fomentaba el deseo personal y era una forma de calmar la angustia ante una posible muerte. 


Además, Francisco Javier recibió los derechos de Asesino sin salario, una obra de Eugène Ionesco. Como profesional debe cumplir con ciertas expectativas sociales y culturales. A pocos meses del estreno la protagonista del espectáculo tenía programado un viaje a Brasil con su hermana y el novio. Su hermana se ahogó y murió en el mar. Ella le mintió a la mamá porque pensó que no iba a soportar la noticia, le dijo que el novio de la hermana consiguió trabajo en la sucursal Brasil. Por eso contrató a una mujer de Río de Janeiro para que ponga en el correo las cartas que ella escribía y que la madre recibía como si fueran de su hija muerta. Uno podría preguntarse por qué tomó esa actitud, por qué la muerte provoca rechazo?  La imposibilidad de cumplir las expectativas genera angustia. La muerte es indeseada, por más que todos sabemos que en algún momento nuestra vida termina. Según Freud la muerte representaba una amenaza desde el propio cuerpo, no se busca el placer por si mismo sino evitar el sufrimiento. Comprende un terreno árido, pocos se atreven a aceptar el final. 

El mundo exterior ejerce una notable influencia: Establece las expectativas y las exigencias. En ese marco, el arte se presenta, al menos, como una satisfacción que enfrenta a la realidad cotidiana. La imaginación y la creatividad hacen que el drama sea más tolerable. Mientras exista el arte todavía hay vías de escape, aunque sean pasajeras. Al igual que la religión, la ilusión que implica el arte, lleva adelante un mecanismo compensatorio. Sin embargo, el arte no se basa en el castigo y rigor. Tal vez debamos replantearnos nuestra mirada de la vida, convertir en hábitos las prácticas recreativas y centrarnos en los aspectos esenciales. Es decir, romper por un instante con las presiones del ritmo diario. El psicólogo austriaco fomentó el debate cuando escribió El Malestar de la Cultura y El Porvenir de una ilusión.

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