Por Diego Villarino
Ese café tiene un aroma especial. Tal vez porque evoca a instantes. Quizás porque hace más transitable la vida. La vista da a la vereda, donde la gente pasa apurada, cómo si no pudieran detener el tiempo. Claro, la calle Colón es una de las principales de Rafael Calzada, no la más comercial, pero sí muy concurrida. Garibaldi ocupa el lugar de La Giralda, el histórico Todos por dos pesos de la calle Altamira.
Mi mundo permanece anclado en aquel bar, dónde siento que el tiempo se detiene. Sí, mi caso es inverso. Cuando vuelvo de la radio, Garibaldi es una opción viable. Dije radio y no puedo dejar de añorar las previas radiales en Piñeiro, aquella localidad que está cerca de la estación de Gerli, pero que no le pertenece.
El periodista e historiador Rudi Varela relata cuándo se fundó el barrio: "El 10 de abril de 1893, Trinidad Piñeiro, hermana de Felipe, presenta a la Municipalidad el plano amanzanado y en lotes. En sus primeros diecisiete años, Piñeiro o Piñero, como también le decían, no tenía veredas. Sus calles eran de tierra y se desconocía el servicio de riego. Los árboles sólo lucían en el interior de algunas casas quintas, lo que junto a las flores, atenuaban los malos olores".
Café Mora era testigo de mis paradas en la el cruce de Galicia e Yrigoyen. Allí frenaba mi ritmo cuando volvía de recorrer los estudios jurídicos porteños. No cómo abogado, sino como cadete. Cuando volvía de Capital, mi única preocupación era la radio. Entonces era pedir un café con tostadas y ponerme a producir. Solo un rato, luego tenía que abrir la puerta del Centro Cultural Manuel Suárez.
Café Mora era testigo de mis paradas en la el cruce de Galicia e Yrigoyen. Allí frenaba mi ritmo cuando volvía de recorrer los estudios jurídicos porteños. No cómo abogado, sino como cadete. Cuando volvía de Capital, mi única preocupación era la radio. Entonces era pedir un café con tostadas y ponerme a producir. Solo un rato, luego tenía que abrir la puerta del Centro Cultural Manuel Suárez.
El espacio representaba un conglomerado de sensaciones. A pocas cuadras del Centro y el Bar, vivían mis abuelos y bisabuelos. Mis únicos recuerdos son anécdotas familiares, pues nací en los 90. Sin embargo, la sensación de cercanía quedó atada a mi piel.

En el Centro Cultural no solo preparaba la nota con Sergio Geldstein (en ese momento DT de Victoriano Arenas). Era más que operar el programa deportivo o invitar talentosas bandas de rock juvenil. Desde ya que tampoco representaba solo un ocio. Las penurias de Claypole en Primera D, el sube baja de Sanma, la dupla de Brown Chávez-García y los buenos momentos de Victoriano formaban parte de un circulo mayor.
La Mosca y, en un sentido más amplio, el Centro, reconfiguraban un espacio de encuentro. Las fiestas y las reuniones lo expresaban.
El punto final fue difícil. El programa deportivo y el magazine cerraron el telón. No por sobresaltos ni sismos. Se trató de un cierre de ciclo.
En el magazine conducía Joaquín, mi amigo menos pensado. Siete años de diferencia, Quién lo diría. Pero desde un principio compartimos un sendero. Mi amigo, aquel me cedió un lugar para que pudiera viajar en pleno diluvio. Por eso y tantas cuestiones, el punto final planteó una disyuntiva.
Manuel Suárez fue un militante y poeta de izquierda que le dio nombre al Centro. Desde sus inicios, la localidad sureña se pobló de diferentes corrientes. "Con un conglomerado de inmigrantes y de argentinos se fue armando el poblado con ideologías mezcladas que iban desde los católicos hasta los anarquistas, argentinos, italianos, españoles, holandeses, franceses, polacos, luego alemanes, lituanos y caboverdianos que tenían una sola cosa en común: eran todos proletarios", narra Varela.
Mientras tomo el café en Garibaldi, siete años después, diagramo el próximo programa de radio, esta vez en Radio Brújula, Banfield. Los puntos de contacto son imborrables. Piñeiro, ayer, hoy y siempre.