Cada 7 de noviembre los canillitas y periodistas deportivos alzan sus copas. Sin embargo, la coincidencia es solo producto del azar. La realidad es que el día del canillita tiene una curiosa relación con el teatro. El 4 de enero de 1903 se estrenó "El Sainete" de Florencio Sánchez una obra que contaba las vivencias de un niño de 15 años que repartía diarios. Los personajes lo apodaban el canillita porque tenía las piernas delgadas. Con el paso del tiempo sufrió el achique de sus pantalones, por eso los vecinos podían ver sus "canillas". El autor del espectáculo falleció el 7 de noviembre de 1910.
El 7 de noviembre de 1938 se celebró el Primer Congreso Nacional de Periodistas en Buenos Aires para conmemorar el trabajo de los periodistas deportivos argentinos. Sin embargo, el Día Internacional Del Periodista Deportivo tiene otra fecha, hace 95 años se creó la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva, fundada para los Juegos Olímpicos de París 1924.
El avance de la tecnología modificó el formato de los medios de comunicación. El concepto de canillita está más vinculado al puestero de diarios y revistas. El oficio del repartidor no es tan frecuente. Además la pasión por el papel quedó a merced de las viejas generaciones. Los más jóvenes optan por la virtualidad. No consumen noticias en las clásicas computadoras de escritorio. En ese marco, los dispositivos móviles ocupan un lugar preponderante.
Con este panorama, los periodistas debieron abordar diferentes retos, uno de ellos es la adquisición de herramientas que son fundamentales para el desarrollo profesional. El estilo y la extensión de la redacción sufrió mutaciones, los tiempos son más cortos y los recursos multimedia abundan. Vivimos en la época de la inmediatez.
De todos modos, las figuras del canillita y periodista deportivo conservan cierta magia. Quién no se acuerda de la pluma de un buen escritor, del puesto de diarios del barrio o de aquel obrero que salía a repartir por el vecindario. En el ámbito deportivo trascendieron nombres como Borocotó, Ricardo Fioravanti o Dante Panzeri. La innovación no borra lo escrito, mucho menos lo que queda impregnado en el imaginario colectivo.