28 años después Argentina escribió un capítulo consagratorio en los libros futboleros. No fue un partido accesible, pero con carácter y templanza coronó un título cargado de épica. La emoción de gritar campeón.
Cómo describir las sensaciones que recorren la piel?. Luego de tantas frustraciones, la selección alzó la Copa en Brasil, contra su clásico rival y nada más y nada menos que en el Maracaná. 28 años pasaron para la última Copa América, ganada por el elenco de Alfio Coco Basile. Quién diría que costaría tanto volver a gritar campeón, incluso con planteles repletos de estrellas, sobre todo el que consiguió los subcampeonatos en Chile y Estados Unidos. Cuántos quedaron etiquetados como culpables, sin reparar en la jerarquía y en los méritos de esos jugadores, todos referentes de las grandes ligas europeas. Esa generación estuvo marcada a fuego por la prensa y la opinión pública. No obstante, Di María, Messi y Agüero tuvieron su revancha.
El rival de enfrente era el mejor Brasil de los últimos 19 años. La Verdeamarela de Neymar, Firmino y Richarlison. También el Scratch de Tite, el cerebro que opera desde el banco de suplentes, un DT con un proyecto serio. El local llegó a esta final ganando todos los partidos. Se trataba del vencedor de la edición más reciente, y como si esto fuera poco, del anfitrión. La contienda no fue sencilla, por eso el campeonato otorgó un prestigio. Argentina tuvo que ser inteligente y batallar, al mismo tiempo frenar los circuitos de juego y aprovechar su potencial de mitad de cancha para arriba: En una de las pocas del primer tiempo Ángel Di María se escapó por la derecha, recepcionó un pase de Rodrigo De Paul y definió de emboquillada. Durante ciertos pasajes, el dueño de casa tuvo la pelota, eso fue real, aunque nunca logró imponerse en el juego y en el marcador. Sí lo hizo de a ratos con la posesión de la pelota.
Lio Messi se sobrepuso a las criticas en ocasiones injustas y a veces razonables. El diez lo merecía, por elegir a Argentina ante que España, por su talentoso y sobre todo por sus persistencia. El crack transitó tormentas y nunca renunció a jugar torneos internacionales con su selección, aún cuando fue el chivo expiatorio de un sector. No brilló en la gran final pero sí fue su torneo. Goleador y figura en la mayoría de los encuentros, se lo notó sonriente y a gusto con el equipo. Por poco no pudo liquidar la noche, sin embargo, eso no importa. La imagen con la Copa quedará inmortalizada, es la mejor forma de cristalizar una trayectoria exitosa que no dependía de un título.
Por su parte, Rodrigo De Paul merece un párrafo aparte. El volante portó el traje de destacado en la finalísima, generó juego y fue la rueda de auxilio en el medio. El más regular en los 90 minutos fue de menor a mayor en la competición. Hasta el último suspiro entregó una dosis de actitud. Del pase a Fideo a la oportunidad del descuento.
Lionel Scaloni fue unos de los grandes triunfadores, un técnico cuestionado por su inexperiencia y por sus decisiones erróneas. En el partido decisivo, acertó con los cambios en el once titular. Gonzalo Montiel en el lateral derecho aportó más equilibrio. El defensor de River debió lidiar contra las figuras brasileñas y aprobó el examen. Asimismo, las modificaciones del complemento, en un momento en que Brasil se había apoderado del dominio, fueron correctas y funcionaron para mantener la ventaja El entrenador mostró sus dotes de técnico: sacó a Leandro Paredes y Giovani Lo Celso que estaban amonestados y con peligro de roja, además de robustecer la marca con Germán Pezzella y Nicolás Tagliafico.
El título es épico, coronación en el mítico Maracaná donde salió campeón Uruguay en el Mundial del 50. Si estaría vivo, Eduardo Galeano escribiría otro relato. Estamos en presencia de un nuevo maracanazo. El torneo se iba a disputar en Argentina, sin embargo la historia determinó que se juegue en el país vecino. El grupo estuvo un paso por delante de las individualidades. Cada futbolista que ingresó contribuyó a la consagración.