Verde que te quiero verde


Por Diego Villarino

A miles de kilómetros de su natal Argentina, Osvaldo Iglesias hace gala en España. 6 décadas bajo el lomo y un ejemplo generacional.

Lateral derecho, más de marca que de proyección, viste la camiseta de Agrupación Deportiva La Cabrera, un club madrileño.

Porta la casaca verde, casi con familiaridad. Es lógico, defiende los colores hace más de tres décadas, como si fuera su último día de futbolista o como si tuviera 18 años. La edad no es un limite.

Buena preparación física, buenas condiciones futbolísticas y un componente mental fuerte, los ingredientes del defensor. 

De muy joven, Iglesias decidió irse de Platense y hasta buscó suerte en River Plate. Sin embargo, su excursión millonaria no prosperó. Lejos de frenar su marcha, se centró en sus estudios de arquitectura y viajó a Países Bajos para ejercer su profesión. 

Pero nunca abandonó el esférico, la pasión podía más, las ganas de demostrar en el verde césped, se convirtió en una necesidad. Así vistió la camiseta del equipo universitario de Delft.

No obstante, el club de la 2ª Regional Madrileña lo acobijó en 1992. Iglesias era un joven con muchos sueños. Con tan solo 29 años, emanaba competitividad. No lo detuvo ni una lesión que sufrió a los 36. Se rompió el cartílago del fémur, pero siguió adelante, como los mejores tozudos desoyó la recomendación de un médico. Claro, le había recomendado retirarse. Eso no estaba en su ADN, por más que amenace una Artrosis.

“El primer secreto, que no es un secreto, es la cabeza. La cabeza nos mueve. Cuando la gente se queja de dolores, obviamente no hay un medidor de dolor, pero si fuera por dolores hace 20 años o más que no jugaría”, remarca en diálogo con Infobae.

El argentino, arquitecto de profesión, juega con su hijo Diego de 21 años y hasta es entrenador. Dirige a niños de 9 y 10 años, lo hace con profesionalidad y pasión. Dia a día le inculca el fervor futbolero a sus hijos (Diego y Nahuel) y dirigidos.

Osvaldo Iglesias se dio todos lo lujos. Se sacó fotos con Maradona y Messi. Forma parte de la generación privilegiada que miró los mundiales de 1978, 1986 y 2022. Fue testigo del gol con la mano a los ingleses, la apilada del Pelusa en el segundo tanto, el baile de Messi a Gvardiol, el tanto en tiempo extra ante Francia o simplemente el "anda pa allá bobo" de la Pulga. Iglesias no necesita elegir el momento. Los futboleros argentinos no saben de elección, solo disfrutan de la Albiceleste.

“Trato de entrenar al 100%. La forma de entrenar no me la tomo como si fuera un profesional, sino como la pasión que es para mí. Yo disfruto tirándome al suelo, robando un balón tirándome, aunque después me duela. Me lo paso bien, no me lo impongo”, resalta.

Seguramente, cuando jugó en el Calamar a los 16 años, no imaginó este presente.  Después de diez meses de lesión, volvió en febrero, con las mismas ganas de siempre y con el puño en alto.



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